El bullying, ese fenómeno que unos ven como el villano definitivo y otros como un rite of passage, no deja de dividir opiniones. Mientras algunos están listos para armar una intervención terapéutica por cada broma pesada, otros insisten en que un buen empujón en los pasillos es casi tan educativo como las matemáticas.
En teoría, el bullying es todo ese combo de empujones, apodos hirientes y hasta memes desafortunados que pueden amargarle el día a alguien. Pero ¿es esto el apocalipsis emocional o simplemente la versión escolar de “la vida real”? Las víctimas dirán que es una pesadilla viviente; otros pensarán que son solo “chicos siendo chicos” y que un poco de dureza forja carácter. Vamos, ¿quién no ha sobrevivido a algún “apodo” que aún lo persigue en cenas familiares?
Los bandos están claros: unos lo ven como una receta para traumas de por vida y creen que cualquier roce social potencialmente incómodo merece intervención. Para otros, el bullying no es más que una de las tantas pruebas no oficiales del sistema educativo, junto a las matemáticas y el examen de historia. O sea, “si sobreviviste al cuarto grado, estás listo para sobrevivir a la vida.”
Los efectos del bullying van desde tragedias griegas en la vida de algunos hasta la forja de guerreros emocionales en otros. Están los que lo pasan fatal y tienen flashbacks de los pasillos de la escuela; y están los que agradecen la “escuela de golpes” por la resiliencia a prueba de jefes pesados y colas en el banco. Al final, algunos se ríen de sus propias cicatrices, y otros prefieren que nunca las hubieran dejado.
Las instituciones intentan encontrar el balance perfecto entre “vamos a ponerle un alto” y “esto es una escuela, no un spa emocional.” Las reglas van desde lo razonable hasta lo completamente ridículo, y los debates no se terminan. Nadie tiene muy claro si la respuesta está en prohibir el bullying, en aprender a resistirlo, o simplemente en aprender a no tomarse las cosas tan a pecho.
¿Es el bullying un drama generacional o una oportunidad de crecimiento emocional? Algunos dirán que es necesario erradicarlo, mientras otros creen que el mundo no se acaba por un apodo. Quizás la clave esté en encontrar el equilibrio entre no tomarse tan en serio los roces y entender cuándo alguien realmente necesita ayuda.
Referencias:
García, L. (2022). Impacto del acoso escolar en el desarrollo emocional y social de los estudiantes. Revista de Psicología Educativa.
Sánchez, M. & Torres, R. (2021). La percepción del bullying en la sociedad moderna: Entre la minimización y la intervención. Journal de Sociología y Educación.
Martínez, P. (2023). Acoso escolar y resiliencia: Estrategias de afrontamiento y su eficacia. Revista Internacional de Psicología Escolar.